martes, 14 de junio de 2016

2. El bautizo

Se llamaría Aramis, como el mosquetero. Supongo que la expresión de su rostro, dibujada a través de innumerables arrugas, le daba cierta apariencia heróica y aventurera que a Montserrat le recordó al personaje en cuestión. A pesar de tal expresividad, en el momento del que podría denominarse su rescate, el cachorro no daba la impresión de encontrarse conturbado en lo más mínimo. Se mostraba más bien curioso, e incluso lo que ocurría, al menos esa impresión me dio, parecía hacerle gracia: como si, enmedio de la refriega, Aquiles no solo blandiera su lanza alegremente, sino que además pensara algo así como: "¡Qué curiosamente se arrojan estos hombres en mi contra! ¡Mira sus escudos, qué llamativas figuras exhiben!"... Y cosas similares. Su cola en efecto se agitaba con elocuencia mientras era arrojado al contenedor de basura, y seguía agitándose igual cuando era cargado en dirección a la que habría de ser también casa suya. He de suponer que las croquetas lo tomaron por sorpresa, pues su hocico acometió al plato con la convicción con que uno quiere mantenerse volando antes de que el sueño termine y uno finalmente se despierte, confundido y decepcionado. En fin, que ninguno parecía más apropiado que el nombre de Aramis, hasta que, un día después, descubrimos que era hembra. Ahora la llamamos simplemente Ara. Pero así como los padres de niños humanos usan los nombres completos de sus hijos cuando se trata de regañar, en esas ocasiones Ara también vuelve a ser Aramis.

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