martes, 28 de junio de 2016

3. El complot

Acaso la tarea más ardua del día sea para mí la de ponerme los calcentines y los zapatos. Ello no se debe a mis escasas habilidades manuales, sino a la cofradía que cotidianamente se empeña en obstaculizar tan simple tarea. La ejecución de la consigna está encabezada por Amelia, una labrador de pelo negro enigmáticamente obsesionada con el aroma de mi calzado. Así, mientras ella, queriendo exprimirle su perfume, le da vueltas con la nariz dentro a uno de mis zapatos por toda la habitación, Charly, que es un perro blanco con tenues manchas obscuras (mezcla, según el veterinario, de labrador y dálmata), se entrega a una tarea acaso más radical, puesto que él va a la fuente misma: intenta  lamer mis pies a toda costa. En este punto, Amelia ha dejado mis zapatos en remotos rincones de la casa, y ahora viene a restregar insistentemente su lomo contra mis piernas, alguna de las cuales inútilmente se esfuerza por elevar un pie a la altura de las manos que, con timidez, le acercan un calcetín. Y es que es la hora en que Ara, la nueva integrante, ha de demostrar su valía para la manada. La tarea que ha asumido es a la vez ingeniosa y simple: cuando se percata de que un calcetín se aproxima a alguno de mis pies, ella se arroja contra la prenda e intenta sujetarla con su reluciente y afilada dentadura juvenil. He debido aprender a calzarme cada día de pie, primero de un lado y luego de otro, por lo menos hasta que logre levitar.

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